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Tengo gran tristeza con el avance excesivo de comidas rápidas y obesidad en nuestros países. Entre más progresamos, prosperamos y tenemos adquisiciones, tanto más engordamos. Las comidas rápidas nos invaden. Pero la culpa directa no es la comida rápida, sino la voluntad humana. Nos dejamos guiar por nuestros deseos. Muchas iglesias enseñan que podemos comer de todo, que Dios no nos dice o nos da leyes sobre la alimentación. Pero eso es erróneo. 

En todas las edades de la historia humana, la salud ha sido tema de principal interés personal y social. Estar sano es una de las mayores búsquedas de la Humanidad. Pero la única comprensión acerca de la salud no se encuentra en los estudios médicos modernos, ni siquiera se encuentra en el descubrimiento de muchas enfermedades. La búsqueda de la cura de una enfermedad solamente propensa la aparición de otra, y la medicina médica en ocasiones solamente mutila.

La sociedad ha llegado a confiar en los médicos más que en la sabiduría antigua. Actualmente, no obstante, ha surgido un renovado interés por la medicina natural. Pero aún así, el ser humano sabe que enferma, que sufre y que, incluso, la enfermedad lo llevará a la muerte.

La Biblia, no obstante, nos enseña una verdad, la cual ningún ser humano podrá evadir ni evitar. Ella enseña principios sobre la salud y sobre la enfermedad, los cuales son inevitables en la vida del ser humano.

EL PRINCIPIO DE LA ENFERMEDAD

Cada ser humano sabe que el antónimo de salud es enfermedad. La palabra es tan negativa que incluso quisiéramos erradicarla de nuestro lenguaje. Pero es dolorosamente real en nuestras vidas. La simple gripe del invierno es el constante recuerdo de que enfermamos. Ni siquiera podemos evitar que la gripe nos alcance.

En Génesis es donde se menciona la primera vez la palabra enfermedad, y se relaciona con el estado caído del ser humano. En Génesis 2:17 leemos: "Pero del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás de él, porque el día que de él comieres, con certeza morirás". La advertencia divina al humano recién creado es que la desobediencia le conduciría a la muerte. Esta es la primera mención de la enfermedad. La frase final del versículo, "con certeza morirás", utiliza un énfasis hebreo donde se repite la palabra para dar fuerza: "morir morirás". La palabra morir en este caso puede ser traducida como muriendo, lo que significa un proceso durante la vida del hombre hasta su muerte física. Y de hecho ese es el proceso inevitable. La vejez es el resultado del pecado, y las enfermedades que le acompañan. La prerrogativa divina a la desobediencia se cumplió al pie de la letra. Sea que comamos adecuadamente o no, enfermaremos; la diferencia, es que el Señor Jesús, compasivo, nos da una forma de vida aceptable, completa, si le obedecemos en Sus principios.

Cuando Adán y Eva pecaron, la sentencia divina se mantuvo firme: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que regreses a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues, polvo eres y al polvo serás tornado" (Gn. 3:19). La muerte es inevitable; la enfermedad que la acompaña también. Dios dice En Romanos 3:23 que todos somos pecadores y que estamos lejos de Él. Si tomamos este texto con el de Éxodo 15:25, que declara que Jehová es el Sanador de Israel, es obvio que enfermemos. El Nuevo Testamento indica que "Toda buena dádiva y todo don perfecto pertenece al que es más Alto, que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación" (Stg 1:17). Y lejos de nuestro Salvador Jesucristo no encontramos salud, sino solamente enfermedad. Y de hecho, al ser "destituidos" de Su gloria, somos destituidos de los beneficios que Su persona ofrece, la cual incluye la salud.

Pero Dios, quien es lleno de misericordia, nos ofrece una alternativa viable para una vida físicamente normal; una vida donde Él y sus principios nos guían a una vida saludable. No significa que no enfermemos, sino que no caeremos en grave enfermedad. Los principios bíblicos son previsores, y nos conducen a una vida saludable digna de la Iglesia de Cristo.

EL PRINCIPIO DE LA SALUD

Siempre que mencionamos el tema de la salud, el ser humano se enfoca a su enfermedad física. No obstante, para Dios la enfermedad nace en el pecado; es decir, es una enfermedad espiritual que daña el cuerpo físico de la persona. Es el resultado de estar "lejos de nuestro Padre Dios".

Bíblicamente hablando, la palabra "salvación" es, realmente, salud, y en todo lugar donde aparece el término griego "soteria" se refiere a la salud espiritual del ser humano, porque el espíritu y alma humanos están muertos, enfermos, alejados de la Fuente de la Vida. La palabra "enfermedad" no solamente la utilizamos para el cuerpo, sino para todo aquello que es anormal, tanto físico como espiritual. La Biblia utiliza el término "salud" en muchos textos, especialmente en la Reina-Valera 1909. Pero ya la 1960 y la KJV han vertido el término a "salvación", aspecto que, aunque no es contrario, en muchos pasajes no es tan inclusivo como debería ser. La palabra "salud", no obstante, arguye a la sanidad espiritual y, en ocasiones, física. Actualmente la palabra salvación se emplea únicamente a la salvación del alma, pero excluye la sanidad del cuerpo. Pero la palabra griega "soter" no solamente es salvación espiritual, sino una salvación integral, una salvación que incluye espíritu, alma y cuerpo.

Por ejemplo, en Hechos 4:12 leemos: "Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos". La versión latina utiliza "salud", y todas las Reina-Valera la utilizaron, hasta que la 1960  comenzó a cambiar la traducción. El español deja claro, en el contexto de Hechos, que la palabra correcta sería "salud", porque el argumento es la salud efectuada en la vida física del paralítico, la cual fue el resultado de creer en Jesucristo. La sanidad física es la restauración del tejido dañado y enfermo, por la intervención de la gracia divina. El profeta Isaías habla de la enfermedad de esta manera: "Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa ilesa, sino herida, hinchazón y llaga podrida; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite" (Is. 1:5-6). Este pasaje habla del pecado de Israel, pero la descripción es físicamente real, porque así estaba el pueblo de enfermo debido a las guerras. Pero el mismo Señor le dice a Israel: "Venid luego, dirá Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Is. 1:18). Dios mantiene en Su Palabra que la verdadera sanidad ocurre cuando Dios regenera el ser muerto, caduco y enfermo.

Para Dios la salud está íntimamente relacionada con Su salvación, y solamente es posible en la medida en que Su gracia sea expresada a favor del ser humano pecador. La salud es gracia, y cada descubrimiento médico es la gracia a favor de la humanidad pecadora, y cada milagro es un atisbo del inmenso amor del Cristo glorioso por el mundo pecador. Esto no significa que un creyente no enferme, ni que un servidor de Cristo sea librado de toda dolencia. El pecado es parte del humano pecador, y solamente será eliminada hasta la redención final; pero el pecador que muere pecador, irá al infierno pecador; esto significa que irá con sus enfermedades por toda la eternidad. Ese es el sentido de la frase que usó Jesús cuando dijo: "el gusano de ellos no muere" (Mr. 9:44), su mal y sus dolencias nunca terminarán, y se evidenciarán literalmente en una plaga de gusanos en sus cuerpos condenados.

Creo firmemente que Jesucristo sana, y que Su poder es tan grande como lo ha sido siempre. Pero eso no le obliga a sanar a todos o a consentir a los que se alimentan inadecuadamente. En países donde podemos elegir qué cosas comer, los creyentes descuidan su salud. Aquí es donde surge una pregunta directamente para los creyentes en Cristo: Si Jesús es nuestro modelo, ¿por qué no le imitamos en su dieta? Y, ¿cómo comió Jesús?

LA DIETA DEL SEÑOR JESÚS

Aunque la Escritura parece no mencionar mucho acerca de la dieta alimenticia del Señor, es muy específica en cuanto a cómo era su forma de comer. Para averiguarlo, solamente debemos buscar las Escrituras para solucionar las preguntas que surjan con el estudio. De hecho, en este estudio, dos de las preguntas que me surgieron al respecto fueron: ¿Qué nacionalidad era Jesús? ¿Qué tan veraz fue Él? Veamos cada una de ellas.

¿De qué nacionalidad era Jesús?

Creo que es una pregunta realmente obvia. Todo el que sepa historia sabe que Jesús era judío. Él mismo le dijo a la mujer samaritana: "La salud viene de los judíos" (Juan 4:22), refiriéndose a sí mismo como el único Salvador; judío de nacimiento y judío de cultura. Pero Él no era un judío ordinario; Jesús era uno de esos judíos que no seguían el fariseísmo, lleno de leyes muertas y sin sentido. Él dijo que venía a "cumplir la Ley" (Mateo 5:17), y ese cumplir era llevar en sí mismo las leyes de la Torá, no como las explicaba un rabino, sino como Dios las había dejado escritas. De hecho, en Mateo 5, cada que vez que decía "oísteis que fue dicho", o "oísteis que se dijo a los antiguos", se refería a las ideas de Hillel y otros rabinos de su época. Él se opuso a todo lo que era judaizante; porque "no es Judío el que lo es en manifiesto; ni la circuncisión es la que es en manifiesto en la carne: Mas es Judío el que lo es en lo interior; y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no es de los hombres, sino de Dios" (Ro. 2:28-29). Por eso los judíos no aceptaron a Cristo y le acusaron ante Pilato, haciéndose culpables junto con los gentiles de su muerte.

¿Qué tan veraz fue Jesús?

Mucho en extremo. Jesús no solamente practicaba la verdad, sino que Él afirmaba ser la Verdad (Juan 14:6). En muchos pasajes del Evangelio de Juan afirma que Él es verdadero y que Él es Dios. Entonces, cumplir su propia Ley era natural en Él, porque fue Él quien se la dio a Moisés. Esto es importante. Si Cristo cumplió la Ley, ningún cristiano verdadero debe seguir la Ley para salvarse. Jesús nos enseñó que la única verdad estaba en Él, porque Él no dijo que siguiera la verdad, o que nos guiara a la verdad. Él dijo que Él mismo es la Verdad (Juan 14:6). La Verdad cristiana no es un ideal, un principio o una filosofía; la Verdad cristiana es una Persona, el Señor Jesús. Seguirlo a Él, obedecerle y creer en Sus Palabras es suficiente.

Seguir la verdad y estar en la Verdad es creer en Jesús, confiar en Él y en cada palabra que Él dice en las Escrituras.


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