Iglesia Dispensacional Fundamentalista

Para que Cristo en todo tenga la preeminencia

Predicando la Palabra de Dios

Por todo el mundo

Trazando bien la Palabra de Verdad

2ª Timoteo 2:15

Esperando la Venida del Hijo del hombre

Mateo 24:27

Llevando a la Niñez a los Pies de Jesús

Mateo 19:14

FUNDAMENTAL

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Iglesia


La Persona del Ministro Cristiano

El Ministro es el reflejo del Cristo Resucitado, porque lleva sobre sí mismo la responsabilidad de reflejar la gloria de Jesús por medio de su propia persona. Debido a que el ministro es quien guía a las personas hasta los pies del Salvador o, por lo menos, las orienta en su diario caminar con el Maestro, el Ministro debe mostrarse irreprensible. Su vida debe ser marcada por el compromiso entre él y su Dios, el pacto personal de serle fiel y obedecerle en todo cuanto Él demande, para que pueda ser un espejo de la luz del Señor. Esto no solo indica un esfuerzo de vivir santamente, sino un reconocimiento que, como ser humano que es, está constituido por el error y, en ocasiones, el fracaso.

Es por esta razón que el ministro debe comprender la vida de la iglesia, su responsabilidad para con la iglesia y su compromiso para con el Señor. De allí que esta sección inicie con el objetivo de identificar al ministro con su iglesia, dándole el debido lugar que las Escrituras abundantemente enseñan.

El Sacerdocio Universal del Creyente

En primer lugar, el ministro debe considerar personalmente, con humildad y con fe en la Palabra Escrita de Dios, su relación con el Señor. El pastor debe comprender la profundidad de su propio compromiso pastoral, no solo hacia una Iglesia formada por pecadores, sino hacia el Eterno, perfecto y Santo Dios Redentor. El hecho de que sea ministro no significa que sea el único que puede hablar con Dios, o el único que tiene un acceso “especial” al Trono de la Gracia. Un concepto semejante solamente es de origen diabólico, y refleja la influencia de la carne en la mente y corazón del ministro. La Biblia, por el contrario, nos enseña que todos los creyentes en Cristo son “sacerdotes de Dios y de su Cristo”, y que el ministro es el “administrador” designado por Dios para guiar a Su pueblo. Si ignoramos este principio como ministros que somos, seremos guiados a un auto egocentrismo malsano que arruinaría nuestro ministerio y el de otros ministros, ya sea por su propia debilidad o por tenernos de ejemplo para sus vidas. Por tal razón, resulta bueno recalcar aquí que los líderes denominacionales tienen mayor responsabilidad en reflejar a Cristo, porque son más responsables delante de Dios, debido a que su labor ministerial no se limita solo a una congregación y una comunidad, sino que se extiende a muchas congregaciones en una comunidad nacional que los observa. El peligro de la exaltación personal, o de la minimización espiritual de los estratos sociales, es vigente en el liderazgo que debe guiar a toda una nación. Ruego por aquellos que tienen en sus manos tan alta responsabilidad, para que el Altísimo les dé corazón sabio y prudente en la dirección de su congregación.

Asimismo, el ministro debe saber que cada creyente es un miembro particular del Cuerpo de Cristo, y que cada uno de ellos tiene la responsabilidad de ejercer su función individual (1Cor 12:13-26; Ef. 4:15, 16). Los ministros somos llamados para que los miembros puedan ejercer su don, y sean útiles al Señor de la obra. Entre esas funciones principales, dadas generalmente a los miembros del Cuerpo de Cristo, encontramos que son siempre comunes y presentes las siguientes:

 El Testimonio Personal (Hch. 1:8; 8:4).

La Oración Intercesora (Ro. 8:26, 27; Ef. 6:18).

El ejercicio del don personal (1ª Cor. 12:7; 1ª Cor. 14:31).

La colaboración y unidad entre los miembros de la congregación (Gn. 6:2; 6:10; Ro. 12:3-8).

El Ministro no puede realizar su ministerio eficazmente si primero no comprende que él es parte integral del Cuerpo de Cristo, y que no es un eslabón que se mantiene fuera del Cuerpo. De hecho, el ministro es miembro del Cuerpo, y él mismo es un don para la Iglesia (Ef. 4:11). Las Escrituras exhortan a los ministros a cuidarse del egocentrismo y dedicar su vida en apacentar la iglesia del Señor, porque Él la compró con Su propia sangre. En palabras del Apóstol Pedro: “Ruego a los ancianos que están entre vosotros...: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por la fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no dominando las heredades del Señor, sino siendo dechados de la grey” (1 P. 5:1-3, RV’90). Para el Apóstol Pedro, los siguientes principios identifican el carácter del ministro acerca de su congregación:

1.    Es uno que apacienta. “Apacentar” es el trabajo de los cuidadores de ovejas. Los pastores debían cuidar su rebaño de las fieras salvajes, especialmente los lobos, y debían estar atentos a que los ladrones no hurtaran una de sus ovejas. Es así como el sentido de apacentar incluye vigilancia, constancia y permanencia.  El pastor no debe dejar sola a su congregación en ningún momento, debido al riesgo que ésta corre. A diferencia de servirse de la congregación, el pastor sirve a la congregación. Los ministros debemos reflejar el carácter de Cristo y ser apoyo en medio de las adversidades que la congregación, en particular, debe enfrentar.

2.    Es uno que cuida la congregación. La forma de cuidar una congregación demanda una sujeción al Señor reflejada en una actitud de entrega voluntaria. Si el pastor realiza su trabajo por la fuerza o porque no tiene otra cosa que hacer, su actitud no será de cuido, sino mercantilista, donde la prioridad sería “tener un beneficio de la congregación” y no cuidarla, otorgándole los cuidados que ella necesita. Debe haber ánimo o deseos firmes y de convicción de servir en esta labor. El riesgo de no hacerlo con esta actitud, conducirá al pastor a la frustración, al desánimo y a la rebeldía contra su Señor.

3.    Es uno que guía. Ha sido llamado no para dominar la iglesia, sino para conducirla. Los pastores que obligan a la congregación, que no la escuchan o que solo dan órdenes, no son pastores conforme al corazón de Dios. El pastor es “ejemplo de la grey” al sujetarse al Gran Pastor de las Ovejas. El pastor “sirve a la congregación” como Cristo lo hizo, está dispuesto y la orienta a seguir al Señor. Este pastor será bendecido con una “corona inmarcesible de gloria” (v. 4). No puedo olvidar la ocasión en que algunos líderes denominacionales juzgaron deliberadamente a otro pastor de su denominación, y lo expulsaron de la misma. La agonía que pasó el pastor por no saber la razón de su despido, causó grandes estragos en muchas áreas ministeriales, no solo del pastor herido, sino de muchos otros que no entendieron la razón de ese despido. El cuidado pastoral no se limita solo a expulsar o reprender, debe ser una guía y orientación que cuide el cuerpo integral de Cristo el Señor.

Como veremos más adelante, el pastor debe mostrar una vida dedicada al Señor en tres áreas: Espiritual, Moral y Social. La Iglesia no puede crecer ni desarrollarse si el pastor considera que solamente él tiene la razón, si el pastor sólo da órdenes y no es ejemplo, si el pastor trabaja forzosamente o si el pastor descuida el rebaño. Asimismo, es importante que los pastores se consideren como humanos, y no como más santos entre la Iglesia de Cristo. Ellos mismos son objeto de tentación y, por ello, son susceptibles a pecar. Los pastores no están exentos del pecado, y su naturaleza humana los identifica con todos los demás pecadores. El pastor debe, por ello, depender única y exclusivamente del poder del Espíritu Santo, obedeciendo firmemente las instrucciones que Dios nos da en su Santo Libro.

La Vocación Especial del Ministro

Partiendo del principio anteriormente mencionado, donde el pastor es “uno más de la congregación”, es importante considerar que, aunque es uno que necesita salvación, que tiene errores y que está propenso a caer, el ministro tiene una vocación o llamado personal que lo faculta, a diferencia de los demás, para el trabajo pastoral. El principio bíblico del “obispado” requiere de un proceso que nace en el mismo corazón de Dios. Pero este llamado requiere del proceso que el Señor mismo ha designado:

El llamado pastoral

Los pastores no salen de un Instituto, Seminario o Universidad Evangélica. Los pastores no son sólo aquellos que poseen un título que pueden exhibir en su oficina. El currículum puede servir en una sociedad humana, pero son sin valor en el Reino de Dios, porque los pastores nacen en el corazón de Dios. Los medios para realizar un trabajo mejor y que glorifique a Dios, como las instituciones teológicas, no se pueden transformar en el fin del pastorado, y deben permanecer solamente como “medios” del Espíritu Santo para capacitar a Sus llamados.

Muchas iglesias actualmente buscan pastores basados al currículo y no basados al llamado. Esa es la razón de que nuestras iglesias están en decadencia. Creo que la capacitación formal es fundamental para realizar un trabajo pastoral efectivo, pero no se puede adquirir el “don” del pastorado por medio del estudio, sino por haber sido llamados por Aquel que nos redimió. Por ejemplo, como veremos adelante, todos los creyentes tienen la responsabilidad de “testificar de Cristo”, pero solamente los evangelistas poseen el don específico, y su labor se extiende más allá del “deber”. De la misma manera el pastorado. Los que estudian tienen capacidades intelectuales y formativas que les dicen cómo debe ser la labor pastoral, pero sólo los llamados pueden realizar esa labor con eficacia.

En Marcos encontramos la manera en que Cristo formó el grupo de los 12, lo que nos da una idea básica de la forma en que Dios elige a Sus pastores:

1.    Primero llamó a cada uno individualmente y lo unió al resto del grupo (Mr. 1:16-20; 2:13-17). El llamado a seguir a Cristo se inicia como con cualquier otro individuo, independientemente de sus habilidades y capacidades propias. No requiere dejar actitudes ni abandonar su estilo de vida. Solo requiere fe en la obra redentora de Cristo y disposición para que el Espíritu Santo le moldee a la imagen de Dios. Esto significa que los pastores son personas tomadas de un grupo común y son llamadas para el ministerio. En ellos no hay nada diferente o mejor a los demás, sino solamente que Dios les ha delegado la misión de pastorear.

2.    Segundo, los llama a su antojo. (3:13-19). El llamado a un ministerio es dependiente de la voluntad y decisión del Maestro. Sabemos que estos discípulos de Cristo aprendieron con Él aproximadamente 3½ años. Este llamado exclusivo de entre tantos seguidores tenía como propósito 2 aspectos importantes: a) Estar con Jesús y b) ser sus mensajeros, siendo respaldados con el poder y la gracia de su Salvador. La transformación de carácter y de actitudes se dan en el plano del compañerismo con Cristo. Cuando Él llama a alguien al ministerio no espera que tenga mucha “santidad”, sino que esté dispuesto a pagar el precio de servirle e ir en ese proceso de santidad eterno en su vida. Cristo espera que sus pastores se nieguen cada día, tomen la cruz y le sigan.

Estos dos principios son fundamentales en el llamado pastoral, y se mantienen vigentes aún después de la partida del Maestro (Hch. 9:15,16). Es el Señor Jesús quien llama y quien designa las tareas por la obra del Espíritu Santo (Hch. 13:2). Es Él el único que quita y designa a los pastores dentro de Su Iglesia.

Este llamado, en consistencia con su naturaleza, designa a cada persona escogida por Jesucristo para el ministerio como “un don para la iglesia” (Ef. 4:11). Al ser llamado por Dios, el pastor pasa a ser un maestro y guía de la congregación. Es interesante que los dones de apostolado, profeta, y evangelista se mencionen juntos al de pastor. Incluso se dice claramente que todos estos dones son “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”.

Creo, personalmente, que esto nos indica que en el Cuerpo Administrativo de una iglesia, los dones del apóstol, profeta y evangelista están presentes de una forma especial en la Palabra de Dios. Es así como el pastor es un Maestro también, y es acompañado del poder apostólico contenido en las Escrituras. Esto se deduce del mandato que se les da a todos estos dones en el versículo 12. Obsérvese los 4 dones dados a la Iglesia de Cristo:

1. Los Apóstoles. Este término se emplea específicamente en la Biblia de dos maneras: Los doce Apóstoles que eligió el Salvador y aquellos que eran "delegados" para realizar funciones específicas en el liderazgo de la iglesia. Lo primero, es tener en cuenta que solamente existieron 12 Apóstoles, y que ninguna persona moderna puede ser apóstol en el sentido de éstos doce. También es necesario recalcar que la función "apostólica" como delegado, estuvo limitada a aquellos que fueron elegidos directamente por los Apóstoles mismos, por lo que no es correcto llamar o aplicar el término apóstol a nadie que no sea uno elegido directamente por Jesús o por uno de sus Apóstoles.

Los Apóstoles eran testigos oculares de la vida de Cristo, y fieles testigos de Su muerte en la cruz. Fueron directamente elegidos por Cristo de entre todos Sus discípulos (Luc. 6:13) para "echar fuera demonios y sanar toda enfermedad" (Mat. 10:1-4). Para poder elegir al sucesor de Judas, los requisitos establecidos por los Apóstoles en Hechos 1:21-22 fue muy claro:

  • Haber estado con Cristo desde el bautismo de Juan hasta su ascensión al cielo.
  • Ser testigo ocular de todos los hechos de resurrección y ascensión.
  • Y estar todo el tiempo junto a Jesús.

En el sentido secundario del término Apóstol, se deja bien claro que solamente los mismos 12 podían designar a otros "apóstoles" o delegados por ellos (Hch. 14:4-14; 1ª Timoteo 2:6-7; Romanos 16:7. En un sentido estos delegados eran igualmente enviados por Jesucristo como cualquier misionero o pastor es enviado a servir al Señor, pero no eran testigos oculares de Jesucristo, por lo que no eran en ese sentido Apóstoles, porque el Apóstol era designado directamente por el Señor Jesús. Pablo, como fariseo, fue testigo ocular de Jesús, ya que lo vio camino a Damasco y afirma que paso algunos años siendo educado directamente por Él (Hch. 9; Gálatas 1). Pablo fue constituido predicador, apóstol y maestro (2 Timoteo 1:11), porque su ministerio, a diferencia de los 12, era la fundación de iglesias entre los gentiles y establecer las doctrinas que las gobernarían.

2. Los Profetas. Este es el segundo don mejor, y se menciona en Efesios 4 y 1ª Corintios 12. El profeta siempre tuvo distintas funciones, y no era simplemente un predicador. El profeta tenía dones sobrenaturales de Dios, y mediante el poder del Espíritu Santo podía hablar directamente con Dios y recibir mensajes directos de Dios mismo. Los Apóstoles son los únicos que poseían todos los dones, incluyendo el de la profecía y la resurrección de los muertos, pero durante el establecimiento de la iglesia habían profetas que recibían mensajes directos de Dios para su iglesia naciente (Hch. 11:28). Sin embargo, es lógico que el nivel de la profecía ya estaba en descenso e iba en forma gradual a su desaparición.

Una de las cosas interesantes de este don es que era ofrecido también a mujeres (Hch. 21:9). Aunque la Biblia deja bien claro que el liderazgo de la iglesia es exclusivo de varones, el don de profecía era dado invariablemente también a mujeres, aunque ellas no tenían el permiso de emplear ese don en las reuniones de la iglesia (1ª Cor. 14:27-35). Esto debido a que el orden de liderazgo es varonil y no femenino. Al igual que el don de Apóstol, este don de profecía es limitado a un grupo específico de personas en la era apostólica, y que se profetiza terminará con la formulación del Canon del Nuevo Testamento (1ª Cor. 13:8-10). Éste don era una continuidad del don del Antiguo Testamento, por lo que se dice que la iglesia ha sido edificada "sobre los apóstoles y profetas", en referencia al ministerio del apóstol y del profeta, y a las Escrituras inspiradas salidas de las manos de éstos.

3. Los Evangelistas. El don de "evangelista" solamente se menciona en Efesios. Un evangelista es un "portador de buenas nuevas", específicamente del Reino de Dios. Se menciona en el NT solamente a un evangelista, a Felipe (Hch. 21:9). No es un don como los evangelistas modernos. Este don es un don que iba acompañado de manifestaciones sobrenaturales del Espíritu Santo (Hch. 8:26-30) y del convencimiento infalible del Espíritu de Dios (Hch. 8:5-13). Actualmente evangelizamos, y no necesitamos un don para hablar de Cristo. La Biblia enseña que es nuestro deber testificar siempre de Jesús, y no debemos esperar recibir un don de evangelismo. Los evangelistas dedicaban su tiempo al evangelismo, yendo en diferentes partes y teniendo resultados inmediatos a su labor envangelizadora (Hch. 11:20-21). Este don, con sus manifestaciones sobrenaturales, ya no está en función en la iglesia, pero el Señor respalda el trabajo evangelizador con milagros de conversión e incluso sanidades. La presencia del Señor confirma la verdad del Evangelio, y la labor de anunciar a Cristo.

4. Los Pastores-Maestros. A diferencia de los primeros dones mejores, el don de pastor va asociado con el de maestro. De la misma manera que la anterior, es un don que no está vigente hoy, pero que sirvió para establecer las primeras iglesias y conducirlas "a la madurez", y aptas para recibir la Palabra de Dios. Considero que este don sigue teniendo rasgos heredados en el liderazgo de la iglesia local, ya que los pastores deben ser "aptos para enseñar" (1ª Timoteo 3:2). 

Pablo menciona que el don de pastor-maestro era el don que podía confirmar la iglesia fundada por el Apóstol (1ª Corintios 3:5-6). Asimismo, las Cartas a Timoteo y Tito reflejan que éstos dos tenían el don de pastor-maestro porque eran los encargados de edificar y ordenar las iglesias locales fundadas por el ministerio evangelizador del Apóstol. Y continuamente, cuando se menciona a uno de estos pastores-maestros, Pablo enfatiza la necesidad de corregir, instruir y formar a otros para que continuen con el proceso doctrinal (1ª Tesa. 3:2; 1ª Cor. 4:17; 1ª Ti. 1:3).

Una característica que evidencia que el ministerio de los pastores-maestros no es similar al moderno pastorado, se encuentra en que Timoteo recibió su llamamiento "mediante la imposición de manos del Apóstol" (2ª Ti. 1:6).

Los Obispos

Después de que los pastores-maestros fortalecían a las iglesias y formaban a los varones, "establecían ancianos en cada iglesia" (Hch. 14:21-23). Esta norma es la vigente en la iglesia del Señor. Aunque es normal decirle "pastor" al anciano representante, no significa que sea un pastor-maestro como los del Nuevo Testamento. Solamente es parte de Concilio Pastoral. No es errado llamarle "pastor" a secas, para diferenciarlo de "pastor-maestro", porque Pedro dice que Jesús es el "Príncipe de los pastores", y obviamente se refería a los ancianos que dirigían una iglesia (1ª Pedro 5:1-2).

La Biblia le llama "obispado" al liderazgo de la iglesia local. La palabra obispo significa "superintendente" o "supervisor". Era una palabra griega que designaba a un dirigente comunal. También le llama "prebítero", que se traduce como "anciano". Los ancianos eran los dirigentes de las comunidades judías después del exilio y la destrucción del templo. Éstos ancianos eran los dirigentes de las comunidades donde estaban. La iglesia, fundada sobre la doctrina del AT, estableció al liderazgo de cada iglesia local como "un grupo de ancianos que supervisan la iglesia del Señor."

En las Escrituras nunca se menciona “pastor” como un don separado de otros. De hecho, las Escrituras presentan al liderazgo siempre en forma plural (Hch. 11:30; 14:23; 15:4; 15:23; 20:17; 1ª Ti. 5:17; Stg. 5:14; 1ª P. 5:1, 5). Así, lo que conocemos como “pastor”, realmente es el anciano representante del Concilio Pastoral, (aunque el concepto de “Concilio Pastoral” es desconocido realmente en las Escrituras, y podría corromperse en un concepto papista de liderazgo eclesial). Él es el vocero principal, el administrador a tiempo completo, pero comparte la autoridad con el resto de ancianos. Los demás ancianos comparten la autoridad espiritual, su ejemplo y su fe, porque la Iglesia tiene un gobierno plural, el cual descansa en los hombros de varios pastores.

Ahora, todos los ancianos son responsables de la salud espiritual de la Iglesia (Hch. 20:28-32). Así, todos los ancianos deben decidir todas las cosas de manera colegiada, por consenso, y estar todos de mutuo acuerdo cuando se decide algo. A diferencia de lo que nos han enseñado, la democracia no es aplicable a la Iglesia, ya que el gobierno de la Iglesia es Teocrático, es decir, Dios es el Rey y nada más. Así, todos los ancianos deben buscar la divina voluntad por consenso y mucha oración, ayuno, estudio de la Palabra y dedicación ministerial.

Por esta razón todos los ancianos deben sentirse llamados por Dios como pastores de su Iglesia, y no transgredir las ordenanzas del Señor. Aunque todos designan las tareas generales de la Iglesia a su pastor representante, el cual recibe un salario, deben ser consientes (y principalmente el pastor representante) de que todos son responsables y de que ninguno puede tomar decisiones unilaterales en la función de su ministerio.

Su llamamiento ministerial

Cuando Cristo llama a uno para su ministerio, lo hace de forma que las ambiciones carnales, humanas o interesadas, queden claramente separadas. Su llamado no es para mejorarle la vida social, económica o moral, sino que lo llama para santificarlo en el ministerio al cual Él lo ha designado. En todas las Escrituras es muy claro como Dios se aira contra todos los que quieren ser ministros sin Su llamado, buscando para sí su propio beneficio y exaltación, y no la gloria de Dios (Dt. 18:20; Jer. 23:21, 30-32; Ez. 13:3), porque “nadie toma para sí esta honra,  sino el que es llamado por Dios,  como lo fue Aarón” (He. 5:4).  Nos sorprendemos de cómo muchos han entrado al ministerio bajo una motivación falsa y engañosa, mientras que los verdaderos llamados al ministerio permanecen sentados en las bancas por temor, debido a que no han ingresado a una institución de formación teológica formal. Algunas denominaciones históricas han caído en el error de Balaam, porque buscan niveles económicos o intelectuales que Cristo nunca vio para realizar el llamado. Pero otras denominaciones más actuales han caído en el error de no impulsar en sus pastores el deseo de una preparación académica acorde con su sociedad o, en mejor valía, muy competitiva dentro de las especialidades de su entorno, dándoles conocimiento integral de la filosofía religiosa imperante, así como de las responsabilidades en la interpretación correcta de las Sagradas Escrituras.

Pero todos estos ministerios nacidos en una motivación meramente humana, terminan en el fracaso espiritual. Muchas Iglesias terminan cerrando, otras terminan siendo una gran empresa mercantilista que solo le interesa el ingreso económico, la fama de ser miembro de una gran iglesia y la idolatría de un individuo que se le considera casi como un papa evangélico. Otras, terminan en tal nivel de carnalidad y conformismo que no crecen, debido a que el pastor está preocupado por su salario, y se dedica más a cuidar a los miembros vigentes, descuidando la evangelización y la santidad. Otros sólo terminan en el fracaso y totalmente desilusionados de la Iglesia, de Dios y de todo lo que tenga que ver con el Evangelio (cf. Hch. 15:16; 2ª Ti. 2:12; Gn. 6:14; Mateo 16:24, 2 Corintios 11:23-29). Algunas iglesias y denominaciones están tan maleadas que prefieren seguir sin la guía espiritual antes de someterse a los designios de Dios.

Por esta razón es necesario saber cuál es la motivación que nos indica el llamado de Dios a su ministerio. Sin embargo, cada movimiento del Espíritu Santo se diferencia de individuo a individuo, debido a que Él respeta la personalidad de sus elegidos. Es así como todos llegan al pastorado por medios diferentes y nunca iguales. Incluso algunos no pueden comunicar ese mover interno que le motiva al pastorado, y pocos son los que podrían entenderlo. Sin embargo, es necesario que el interesado lleve a consideración su interés de ser ministro, más aún si su interés está en constante crecimiento (Juan 10:27; 1ª Cor. 2:14). Es necesario que se enumeren algunas características que identifican un verdadero llamado, según las descripciones bíblicas:

¨      Anhelo personal por ser un ministro (1ª Ti. 3:1). El deseo de servirle a Dios nace en el corazón del individuo. Inclusive el mismo llamamiento lo conduce a desear servir a otros (Ro. 1:14-15).

¨      Amor desinteresado por servir a la Iglesia de Dios, fundamentado en su posición en Cristo (Gn. 6:1-10).

¨      Consciencia clara y llena de certitud de que su mensaje es resultado de la Palabra del Señor (Gn. 1:11-12).

¨      Reconocimiento de que sin Cristo él no es nada, y que su llamado es producto de la gracia de Dios (1ª Cor. 26-31; 15:10; 2 Corintios 2:16; 12:12; Ef. 3:8; cf. Ex. 3:11-15).

¨      Confianza en el respaldo de Dios para la labor a la cual ha sido llamado (2 Corintios 3:5).

¨      Ser aprobado por otros ministros y creyentes (Hch. 13:2, 3; Gn. 2:9).

¨      Una necesidad de anunciar el mensaje de Dios (1ª Cor. 9:15).

El llamado del Señor, sin embargo, puede ser un poco confuso. Algunos hombres y mujeres de Dios han tenido que pasar un proceso largo hasta descubrir que son llamados al ministerio. Algunos siguen ignorando ese llamado interno porque no lo comprenden. Recomiendo que el que desee servir al Señor, dedique tiempo de oración, ayuno y estudio de la Palabra de Dios en busca de la Voluntad Divina sobre su vida. Empezando con estas tres áreas, podrá tener una visión más amplia del llamado personal y de lo que Dios desea y pide para sí. Y debe concluir en una decisión de participación ministerial para lograr ver el área donde el Señor quiere que él trabaje.

Seguir leyendo...

“Imágenes del Predicador en el Nuevo Testamento” y “1 Carta a Timoteo”, ambos de John R.W. Stott.

Con “cumplimiento definido” me refiero a que es un mensaje cuyo cumplimiento descansa en la Palabra Escrita de Dios.

Le recomiendo leer la monografía que escribí sobre “Eclesiología”, la cual le ayudará mucho sobre las funciones de los dones del Espíritu y de la directiva eclesial.

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