Iglesia Dispensacional Fundamentalista

Para que Cristo en todo tenga la preeminencia

Predicando la Palabra de Dios

Por todo el mundo

Trazando bien la Palabra de Verdad

2ª Timoteo 2:15

Esperando la Venida del Hijo del hombre

Mateo 24:27

Llevando a la Niñez a los Pies de Jesús

Mateo 19:14

FUNDAMENTAL

AYÚDANOS

Iglesia


Cuando hablamos de las ofrendas y los diezmos, sabemos con certeza que ha sido un tema de abusos actuales por parte de las grandes iglesias pentecostales o carismáticas. El negocio del dinero es una influyente presión espiritual para muchos, y es un gran negocio para otros. ¿Cómo debe comportarse el creyente bíblico ante las múltiples enseñanzas sobre dar el diezmo y las ofrendas? Muchas iglesias evangélicas tradicionales piden el diezmo. Este es el caso de muchas iglesias antiguas. Pero muchos grupos neocristianos hacen de esta práctica un negocio. El creyente fiel debe averiguar y comprender lo que Dios dice con relación a este tema tan importante, y no dejarse guiar por lo que enseñan las demás voces que no vienen de la Biblia.

¿Qué es el diezmo?

La palabra diezmo viene del latín “decimus”, que significa décimo. El término hebreo y griego empleados en la Biblia, simplemente significan “décimo” o “décima”. El diezmo es la décima parte de un total. Así, por cada 100, 10 es el diezmo del total. A nivel de dinero, en $250 el 10% son $25. Si tenemos 10 sacos de arroz, 1 saco es el diez por ciento. Si una persona produjo 10,000 aguacates, 1,000 son el diez por ciento. Ese es el diezmo. Es la décima parte de un todo. El error es que cada vez que se menciona la palabra “diezmo” la mente moderna piensa solamente en cifras de dinero.

Pero bíblicamente hablando, el diezmo es 100% aplicado solo a los alimentos producidos por el propio pueblo judío. Se sabe que el dinero ya existía en la época de la Ley; incluso antes de la Ley se menciona el dinero en Génesis 13:2; 20:16; 23:15; Éxodo 3:22, y hay más pasajes que mencionan el dinero. Dentro de la Ley también se menciona el uso de dinero en pagos varios en Éxodo 21:32; 22:17; Éxodo 25:3 y otros pasajes. Algunos pasajes, como el de Éxodo 25:3, se menciona que Jehová aceptaba una ofrenda de dinero, pero nunca, en ninguna parte de las Escrituras, se menciona que Dios pidiera el diezmo del dinero; Él pidió solamente el diezmo de los alimentos.

Ahora, tenemos otro factor que nos puede deslumbrar que el diezmo no es el dinero, ni tiene la idea que ahora se emplea en muchas iglesias. La palabra traducida “diezmo” en hebreo es “עָשַׂר” (asár), que significa “acumular”, y que usado como denominativo, puede significar “décimo” o “diez”. En el griego, la palabra empleada es “δεκατόω” (dekatóo), que a su vez viene de “δεκάτη” (dekáte), que significa “diez”. Tanto en hebreo como en griego, equivale a una décima de lo que fuera. Esto es interesante, porque no significa que el diez por ciento debería ser de lo mejor, sino solamente que de todo lo que se obtuviera se debería dar el “diez” de cada uno, “Y todo diezmo de vacas o de ovejas,  de todo lo que pasa bajo la vara,  el diezmo será consagrado a Jehová. No mirará si es bueno o malo,  ni lo cambiará;  y si lo cambiare,  tanto él como el que se dio en cambio serán cosas sagradas;  no podrán ser rescatados” (Levítico 27:32-33). Según este texto, el “diezmo” es tomado de toda posesión comestible, sin fijarse si era bueno o malo, solamente que el décimo pertenecía al Señor. Cuando este décimo llegaba a los levitas, ellos sí debían ofrecer el “diezmo de los diezmos”, escogiendo lo mejor de los diezmos que se habían dado (Números 18:19).

Debe quedar claro que el diezmo del AT y en toda la Biblia corresponde siempre a cuestiones alimenticias, tanto vegetales como animales. El diezmo fue colocado sobre los hombros de los terratenientes de la época. Es interesante que la Ley nunca exige que el pobre dé el diezmo de los alimentos, sino que, al contrario, el pobre podía dar solamente el diezmo de un efa de harina (Levítico 14:21), lo que significaba que el diezmo no le aplicaba en su totalidad, y difería según el nivel social del individuo.

Es interesante que Jehová no solamente dice que con el diezmo bendecirá a su pueblo Israel, sino con las primicias y los primogénitos de los animales (Deuteronomio 12:1-9). Los modernos predicadores del diezmo nunca mencionan que dentro de los requisitos para ser bendecido se debe dar las primicias de todo lo que se haga y de todo animal vacuno que se posea.

La Ley decía que cada tres años ese diezmo se distribuía y se entregaba a los levitas, a los pobres y a los huérfanos y viudas (Deuteronomio 14:28-29). El diezmo no era exclusivamente para los que ministraban el templo, sino que de ello participaban los levitas y los necesitados de Israel. Los falsos maestros modernos dicen que los levitas eran ministros del templo, pero la Biblia dice que eran “siervos de los sacerdotes” (Números 18:21-24; Nehemías 10.37), y eran los sacerdotes quienes realmente ministraban en el templo. Y los sacerdotes recibían solamente el 1% de todos los diezmos de Israel (Números 18:25-28; Nehemías 10:38; cf. Levítico 27:32-33).

Si el creyente judío vivía demasiado lejos, podía vender su diezmo por dinero, pero al llegar al templo debía comprar alimento con ese dinero para ofrecer sacrificios y compartir con su familia (Deuteronomio 14:24-27). Efectivamente Dios rechazaba el dinero como parte del diezmo. Si los predicadores modernos se ajustaran a la Biblia, ellos no pedirían dinero.

Tampoco debemos olvidar que existía el diezmo festivo, que era el diezmo dedicado al consumo de los diezmadores en las tres fiestas anuales (Deuteronomio12:1-19; 14:22-26). Este diezmo no se daba al templo, era para el gozo familiar de los judíos en cada fiesta religiosa establecida por Jehová. Era un fomento a la unidad familiar y social, “Y os alegraréis delante de Jehová vuestro Dios, vosotros, vuestros hijos,  vuestras hijas,  vuestros siervos y vuestras siervas, y el levita que habite en vuestras poblaciones; por cuanto no tiene parte ni heredad con vosotros” (Deuteronomio 12:12).

El cristiano y el diezmo

Una de las cuestiones para pedir algo en el período de la gracia es asumir que, si fue dado antes de la Ley, puede ser puesto en práctica en esta dispensación. No obstante, debemos tener cuidado con lo que vamos a enseñar si primero no ponemos atención al contexto del pasaje. Un ejemplo clásico, ampliamente explicado en el tema de la SALUD, es haber permitido el consumo de todas las comidas no judeocristianas bajo la excusa de que la Gracia nos lo permite. Se asume que las cosas de la Ley, ya que son mencionadas en la Ley, no nos pertenecen. Pero debemos tener cuidado al respecto, porque muchas cosas de la ley la gracia no las desecha, sino que las mantiene en vigencia. No olvidemos que Jesús no vino a “abrogar” la Ley, sino a cumplirla (Mat. 5:17), lo que significa que en la dispensación de la gracia somos libres de la maldición de la Ley (Gálatas 3:10-14). Pero no me mal interprete; no estoy diciendo que cumplamos o sigamos la Ley. Es bien claro que esa dispensación no nos corresponde. Sino que me refiero que debemos aceptar como parte de la gracia aquello que la gracia acepta y nos da. Si nos fijamos solamente en la Ley,

podemos pasar por alto doctrinas que la Gracia no omite. Todos sabemos que los diez mandamientos fueron dados en la Ley, pero todos los respetamos porque la Gracia dice que se deben cumplir al “amar al prójimo como a uno mismo” (Romanos 13:9). Y por eso no guardamos el sábado, porque la gracia claramente nos dice que no debemos guiarnos por los días. Del mismo modo, el principio del diezmo de la antigua dispensación fue modificado en la dispensación de gracia. El corazón del diezmo legal radicaba en proveer alimento a los levitas y sacerdotes, y en conducir al pueblo a ser generoso con los pobres. Ese principio fue ampliado y modificado cuando Cristo, el Gran Sacerdote, anuló el diezmo y estableció los principios del dar cristiano en esta dispensación de gracia.

Para poder aplicar o fomentar una actividad dentro de la Iglesia, debemos estar completamente seguros que la Gracia nos lo permite. Ser libre en la gracia no significa hacer todo cuanto queremos, sino en seguir sujetos voluntariamente a todo lo que la justicia demanda (Romanos 6:18-22). La Ley de Moisés nos da muchos lineamientos buenos y nos es en algunos aspectos provechosa. Es decir, no aplicándola como principio de salvación, ni siquiera como principios de santificación, sino como sugerencia práctica. Es el caso de las comidas. Cada hermano puede comer lo que desee, y no debe ser juzgado por nadie (Ro. 14:14 y 1ª Corintios 8), pero hace bien en seguir los lineamientos de la Ley acerca de la comida, para mantener una vida saludable y larga.

Es el mismo caso del diezmo. No podemos imponer a la iglesia aquello que la gracia no nos impone o enseña. Es necesario que comprendamos que algunas prácticas modernas no pertenecen a la dispensación actual.

El diezmo ANTES de Cristo

El diezmo se menciona en Génesis 14:20. El diezmo que da Abraham a Melquisedec no es un diezmo monetario, sino de TODO. Es decir, el diezmo dado por Abraham incluía animales, alimentos, vestidos, dinero y todo lo que hubiera adquirido en la victoria contra sus enemigos. Abraham da los diezmos en la dispensación de la Promesa, y no se dice que fuera diferente al diezmo estipulado en la Ley de Moisés. Más bien, encontramos que en la Dispensación de la Ley el diezmo es institucionalizado y regulado, pero su principio vital sigue en pie. La Ley de Moisés no añade el diezmo, sino que solamente lo regula, lo establece como una obligación legal, y lo limita a los alimentos.

En Hebreos 7:12 se afirma que el diezmo fue dado de TODO lo que adquirió Abraham. Pero es interesante que la Carta a los Hebreos explica el propósito de este diezmo. En primer lugar, se dice que Melquisedec es tipo de Cristo, el Sacerdote Eterno, el Rey de Paz (He. 7:3). Lo primero que explica el autor a los Hebreos es que los judíos pagan los diezmos a sus hermanos levitas (v. 5), es decir, que los judíos son responsables de pagar el diezmo a Leví, pero ya no son responsables de pagarlos a Melquisedec, porque tanto los levitas como los demás judíos pagaron sus diezmos en Abraham (vv. 9-10). La Ley de Moisés, entonces, regula los diezmos de aquellas personas que pertenecen a la dispensación de la Ley, pero no puede regular ni obligar a nadie a dar los diezmos a Melquisedec, porque éstos fueron dados en Abraham, y por ello, cumplidos.

Volviendo al principio básico, Abraham da el diezmo a Melquisedec porque le ha sido impuesto. Cuando se cambia el sacerdocio de Melquisedec a los levitas, también se cambia el orden legal, y por ello, la Ley de Moisés es nueva ley, y establece que los diezmos deben ser dados a los levitas, quienes eran los líderes espirituales del pueblo. Es decir, al cambio de sacerdocio, debe haber cambio de ley.

Lo anterior se repite cuando Cristo es declarado Sacerdote para siempre, en línea ministerial con Melquisedec (Hebreos 7:11-13), ya que Jesús no pertenece a la línea del sacerdocio levítico, sino a la tribu de Judá (v. 14). Según los versículos 15 a 22, Jesús anuló todo el contenido legal de la Ley de Moisés, y con ello anulo el diezmo que se debía dar a los que eran sacerdotes, y con ello se hacía necesaria la promulgación de una nueva Ley, porque la ley anterior era débil e imperfecta. Las Escrituras llaman a esa nueva Ley “la ley del Espíritu” (Romanos 8:3), libre de las maldiciones y consecuencias ritualistas de la antigua ley. El Sacerdocio de Cristo es completo, perfecto, al punto de que Él no ofrece sacrificios repetitivos por los pecados del pueblo, porque su sacrificio fue suficiente para todos, dándonos seguridad de salvación (He. 7:22-28).

El pasaje de Hebreos nos deja claramente establecido que los diezmos dados a Melquisedec no eran ya necesarios bajo la Ley, por lo que se estableció un nuevo orden de diezmos, a causa de que había un nuevo sacerdocio. Pero cuando dice esto, es tácita la inferencia de que los diezmos de la ley de Moisés quedan totalmente anulados con la nueva promulgación del nuevo Sumo Sacerdote, Jesús el Hijo de Dios. Y aún más impresionante es que no se mencionen el diezmo en ninguna parte en esta carta con relación a la iglesia, y tanto más que el NT en su totalidad no menciona orden alguna de que la Iglesia deba dar los diezmos.

El diezmo en la Ley

Pero no podemos dejar de lado las normas de la Ley con relación al diezmo. La primera vez que la Ley menciona el diezmo es en Levítico 27:30, y no con relación al dinero, sino con relación a la cosecha. Esto es importante porque el AT establece diferentes tipos de diezmos, siendo el diezmo más importante el diezmo de los alimentos. No solamente se menciona el diezmo por primera vez con relación a los alimentos, sino que se fortalece en el pasar de todos los siglos de esa dispensación legal.

El diezmo no solamente era una ley, sino que incluía un interés moratorio lo suficientemente alto como para que el diezmador pensara dos veces en sustraer en préstamos algo del diezmo (Lv. 27:31). Según Levítico 27:30-34, el diezmo le pertenecía a las “cosas sagradas”. Algo sagrado es aquello que ha sido apartado con un propósito específico. Dios había decidido que el diezmo de las frutas y de los animales fueran “consagrados”. Esta consagración tenía un propósito que era esencial en la vida del pueblo judío. En primera instancia, Dios enseñaba a Su pueblo a depender de Él y a ser agradecidos con Él. En segunda instancia, Dios proveía de alimento a sus siervos. Esta segunda instancia se ve claramente en números 18:20-32, donde se establece que es para que coman los levitas. Ellos deben ofrecer el “diezmo de los diezmos” a Jehová, pero el resto del diezmo de los judíos es para los levitas. En esto hemos visto que los diezmos son para sostenimiento de los levitas.

Otro aspecto interesante acerca del diezmo es que el diezmo pertenece a una serie de sacrificios a Jehová. En Deuteronomio 12:6-11 se especifica claramente que son parte de holocaustos, sacrificios y otras acciones en honor a Jehová. Es decir, el diezmo es parte integral de un sistema sacrificial y, por ello, es indivisible en su propósito.

Los diezmos de la Ley se aplican en todas las áreas de la vida diaria de cada judío, y no se puede resumir el diezmo a solamente el dinero. Si actualmente debiéramos practicar el diezmo, entonces debemos hacerlo con comida, ropa, vienes, etc. Es decir, contextualizando la situación, si el diezmo fuera vigente, entonces cada miembro debe aportar una décima parte de todas sus posesiones, incluyendo el dinero. Todo eso sería para el liderazgo, e incluiría ropa, alimentos, bienes y animales. Actualmente la gente da el “diezmo” de su salario, pero no da el diezmo de sus otras posesiones. Su diezmo es, por demás, falso e incompleto. El diezmo le es necesario al judío, y debía darlo con o sin anhelo, con o sin tristeza.

El pasaje de Malaquías

El famoso pasaje de Malaquías 3:7-10, donde Jehová reclama a los judíos por no dar el diezmo conforme a la Ley, los cristianos modernos hayan una excelente excusa para volverse a los rudimentos de la Ley. Cuando estudiamos con detenimiento el pasaje, encontramos que no se aplica a la Iglesia, y mucho menos al dinero. Observe el pasaje en cuestión:

1.      El versículo 7 hace un llamado a “volverse a Dios”. Esto indica que estaban lejos de las ordenanzas divinas como pueblo elegido. No olvidemos que en el periodo de la Ley el pueblo judío es “el pueblo de Dios”. Habían perdido la costumbre de obedecer la Ley. Esta responsabilidad recae mayormente a los sacerdotes que oficiaban la Ley delante del pueblo.

2.      El verso 8 pregunta si el hombre puede robarle a Dios. Pero antes de señalar a cada ser humano, debemos considerar que el “hombre” en este pasaje se refiere al judío (3:6). Es decir, Jehová está increpando al judío por robarle lo que le pertenece, que son los “diezmos y las ofrendas”. Ninguna nación fuera de los judíos tenían que diezmar, porque eran impíos y no eran salvos.

3.      El verso 9 emite una maldición fuerte contra el pueblo por haberle robado. Esta maldición jamás puede caer sobre la iglesia que está libre de la maldición de la Ley (Gálatas 3:13-16). Esta maldición aplica para quienes desobedecen la Ley de Moisés (cf. Deuteronomio 28). Dios maldice al pueblo por robarle el diezmo.

4.      El verso 10, que regularmente se lee a medias en los púlpitos, hace un llamado a que lleven el diezmo al alfolí. Un alfolí es un granero. Este diezmo es un diezmo de alimentos. Esto queda muy claro con la frase “y haya alimento en mi casa”. Dios habla del alimento que le corresponde a los levitas. Por eso dice que “abriré la ventana de los cielos” y “daré bendición hasta que sobreabunde”. Jehová no habla de riqueza, habla de bendiciones alimenticias, de abundancia en comida y fruto de la tierra. Este pasaje de Zacarías nos recuerda 2º Crónicas 7, donde el castigo que sufre Israel es de sequedad y esterilidad de la tierra. En 2º Crónicas 7:14 dice Jehová: “Y si se humillare mi pueblo, sobre los cuales mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi faz, y se convirtieren de sus caminos malos, entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (RV 1562).

El diezmo estaba intrínsecamente relacionado con las bendiciones físicas del pueblo, específicamente con los recursos naturales y la abundancia de alimentos. Los modernos conceptos es que el diezmo se relaciona únicamente con el dinero, lo cual es un concepto equivocado, engañoso y egoísta.

Jesús y el diezmo

Cuando Jesús aprobó dar el diezmo en Mateo 23:23 y Lucas 11:42, lo hizo en relación a la Ley. Obsérvese que dice que es “necesario” hacer esto, y que es “necesario” cumplir con la justicia y el amor de Dios. Jesús está aplicando la Ley a los fariseos. Todos los creyentes sabemos que la Iglesia fue fundada en Pentecostés, después de la muerte de Cristo. Es en Pentecostés cuando se empieza la dispensación de la gracia, por lo que los Evangelios incluyen temática relacionada a la Ley, porque Cristo vino a cumplirla (Mateo 5:17). Los Evangelios son la transición de la Dispensación de la Ley a la Dispensación de la Gracia, por lo que es necesario hacer la debida exégesis, para no confundir cuando se aplica a la Ley o se aplica a la Gracia. Jesús no solamente es el Fundador de la Iglesia, es el Mesías judío, y en su vida lo dejó bien claro, ya que siempre ordenó que se debe predicar primeramente al judío (Mateo 10:6; 15:24; cf. Ro. 1:16; 2:20), estableciendo su relación con la antigua dispensación, y su intrínseca comunión con la nueva dispensación de Gracia (Juan 1:17).

¿Debe el cristiano dar el diezmo?

NO. Un cristiano real y fiel a la Escritura no da el diezmo. La respuesta es un rotundo NO porque éste pertenece a la Ley y es de la Ley. El Nuevo Testamento enseña que el creyente no da el diezmo, porque Dios ya no le pide la décima parte, sino que le pide el TOTAL de todos sus bienes, incluyendo su propia vida. El pastor Lewis S. Chafer lo explicó de esta manera:

En lo referente a dar dinero, el principio de la gracia incluye el reconocimiento, por parte del creyente, de la autoridad soberana de Dios sobre todo lo que el creyente es y tiene, y contrasta con el sistema legal del Antiguo Testamento de los diezmos que estaban en vigor como una parte de la Ley hasta que la Ley fue puesta a lado (Jn. 1:16-17; Ro. 6:14; 7:1-6; 2ª Co. 3:1-18; Gá. 3:19-25; 5:18; Ef. 2:15; Col. 2:14). Aunque algunos principios de la ley han seguido y se han reafirmado bajo la gracia, como la observancia del Sabbat, el diezmo no se ha impuesto sobre el creyente de esta dispensación. Así como el día del Señor superó al reposo legal y se ha adaptado a los principios de la gracia de una manera que el Sabbat no podía, el diezmo ha sido superado por un sistema nuevo de dar que se adapta a las enseñanzas de la gracia de una manera que el diezmo no podía hacerlo.

En esto es significativo como los verdaderos creyentes deben administrar su dinero. Es normal que personas acostumbradas a dar el diezmo en su formato moderno, es decir, el 10% de su salario, se vuelvan avaras y retenedoras de sus bienes al escuchar que no deben dar el diezmo. Esto sucede porque la persona da el diezmo forzadamente, para mantener contento a Dios, o por intereses meramente carnales, esperando recibir bendiciones de Dios y un aumento de sus riquezas. Las falsas doctrinas de que Dios devuelve el diezmo duplicado, triplicado o cuadruplicado no encuentran apoyo en las Escrituras.

El creyente, felizmente libre por la gracia de Dios, es generoso con sus bienes, y es responsable delante de Dios y no de los hombres con aquello que Él le ha dado. Pablo lo expresó en estas palabras: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó á sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). En esta expresión de Pablo encontramos el centro del uso de los bienes del creyente. El creyente ha muerto a si mismo (“y ya no vivo yo”), y por ello, su persona, sus bienes y su todo ya no le pertenecen a él, sino a Cristo, “quien vive en mí”. Libre de lineamientos legales, y estipulaciones obligatorias para alcanzar el favor divino, el creyente encuentra su plenitud generosa en dar conforme a la voluntad de Dios en su vida. Ya no ofreciendo solamente la décima parte de sus bienes a Dios, el creyente le ha dado el 100% de su existencia a Aquel que le redimió en la cruz, y por ello, es agradecido con lo que Él le ha dado.

El principio de que todas las cosas provienen del Señor Jesús es invariable en todas las dispensaciones (1º Crónicas 29:14), y hace posible que el creyente sea generoso y agradecido igualmente. En este reconocimiento, el negarse a sí mismo es la esencia, ya que el yo es problemático y perverso. Jehová le dice a Jeremías que el corazón es “engañoso y perverso” y que nadie puede conocerlo, sino solamente el Señor Jesús (Jeremías 17:9-10; Apocalipsis 2:23). Por eso, un corazón humano fiel al diezmo, en nuestra dispensación, solamente lo hará por una razón: alcanzar un beneficio personal, ya sea en riqueza o provisión general. Pero el corazón cristiano, convertido a Cristo, ofrecerá todos sus bienes al Señor. Esto se evidencia cuando, el diezmador, no recibe bendición material, porque hará la famosa pregunta: “señor, he sido fiel con tus bienes, ¿por qué no me bendices?”

En 2ª Corintios capítulos 8 y 9 Pablo exhorta y enseña a los corintos a ser generosos conforme la gracia de Dios. Según el Apóstol Pablo, un creyente que no es generoso no sigue al Señor Jesús, porque Él se entregó totalmente por nosotros (8:9). La riqueza de Cristo no era monetaria, ni pasajera; era su propia gloria eterna (Filipenses 2:5-11), y cada creyente debe tener “ese mismo sentir” de despojo, de dejar de lado toda posesión para darse a favor de otros (2ª Cor. 8:10-15).

Cuando un cristiano es avaro, tacaño, y en su corazón le duele ofrendar con generosidad o proveer a quien padece necesidad, es un cristiano carnal, porque no puede comprender la profundidad el amor de Cristo por él. La mayoría de cristianos dan poco, regularmente de lo que les sobra, a sabiendas de que Cristo pide todo, aún lo único que tengamos, tal como lo demostró la viuda (Lucas 21:1-4). El ser generoso, no solamente con los bienes, sino con todo lo que somos y tenemos, repercute para la gloria de Dios (2ª Cor. 8:23).

En 2ª Corintios 9:7 el Apóstol dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ó por necesidad; porque Dios ama el dador alegre”. La primera exhortación es que la ofrenda debe ser dada “como propuso en su corazón”, es decir, según la voluntad de Dios para el cristiano, porque “Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Cuando un creyente encuentra esa satisfacción de obedecer al Señor y hacerse generoso, entonces podrá dar con “alegría”, la característica cristiana que hace que Dios apruebe una ofrenda.

Bajo la Ley, el judío creyente debía dar el diezmo y las ofrendas, ya que le eran necesarias y obligatorias en su vida bajo la Ley. En la gracia, el creyente da todos sus bienes al servicio del Señor con alegría, soltura, y con un espíritu voluntarioso. Es así, como la ofrenda mínima que da el hermano en Cristo pobre es igualmente valiosa que la ofrenda grande que da otro creyente con mayores recursos. Esto es debido a que Jesucristo no mira la cantidad, sino el corazón dispuesto y generoso de Su hijo cuando ofrenda. Esto no significa que el que tiene más puede dar menos, sino que debe dar “según haya prosperado” (1ª Corintios 16:1-2).

Dios no bendice el diezmo, ni al dador del diezmo. Dios bendice la generosidad desinteresada del creyente. Pablo lo expresó así:

“Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia; á fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo que basta, abundéis para toda buena obra: Como está escrito: Derramó, dió á los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da simiente al que siembra, también dará pan para comer, y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los crecimientos de los frutos de vuestra justicia; Para que estéis enriquecidos en todo para toda bondad, la cual obra por nosotros hacimiento de gracias á Dios. Porque la suministración de este servicio, no solamente suple lo que á los santos falta, sino también abunda en muchos hacimientos de gracias á Dios: Que por la experiencia de esta suministración glorifican á Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la bondad de contribuir para ellos y para todos; Asimismo por la oración de ellos á favor vuestro, los cuales os quieren á causa de la eminente gracia de Dios en vosotros. Gracias á Dios por su don inefable.” (2ª Corintios 9:8-15).

Este pasaje, y los muchos testimonios de creyentes generosos, han demostrado que cuando el creyente es abundantemente generoso, Dios le bendice mucho en todas formas. Cuando la iglesia se transforma en una comunidad generosa, el bien de Dios comienza a dispensarse a todos los creyentes de la iglesia. Según el pasaje anterior, Dios bendice en fundamento de la generosidad cristiana, del libre dar del creyente, y no en fundamento del diezmo.

Otro aspecto importante en relación a las ofrendas cristianas, es que la única ofrenda aceptable es aquella que es ofrecida por un nacido de nuevo (2ª Corintios 8:5), por un creyente. Los ofrecimientos de otros pueden ser aceptables, cuando son ofrecidos sinceramente conduciéndole al Señor (Hechos 10:1-4). Por esto, es necesario que cada miembro autoexamine su corazón para ver si en verdad está actuando en la fe y la gracia de Dios.

Cuando un creyente diezma, recibe las bendiciones según la gracia, no según la Ley. Cuando otro creyente ofrenda generosamente, recibe las mismas bendiciones, porque es la gracia. Las bendiciones de ser generoso en las ofrendas son generalmente bendiciones materiales, ya sean temporales o permanentes durante la vida física. La ofrende debe ser dada “según haya prosperado”, no el diez por ciento, sino una generosa ayuda, según la voluntad de Dios (1ª Corintios 16:2). El creyente debe dar su ofrenda cada domingo, de forma que su hábito de dar se haga sistemático y fiel. La ofrenda es según haya prosperado, no según quiere dar. El querer dar que hemos mencionado, es aquel querer divino que se establece en el corazón y le da alegría por haber dado, así haya sido poco o mucho. No es correcto interpretar el “según haya prosperado” como el diezmo.

Ningún ser humano podrá enriquecerse dando generosamente con un corazón perverso. Así no funciona el plan divino. Dios desea que el corazón cristiano sea generoso. Por eso, “El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye. No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare,  eso también segará. Porque el que siembra para su carne,  de la carne segará corrupción;  mas el que siembra para el Espíritu,  del Espíritu segará vida eterna. No nos cansemos,  pues,  de hacer bien;  porque a su tiempo segaremos,  si no desmayamos. Así que,  según tengamos oportunidad,  hagamos bien a todos,  y mayormente a los de la familia de la fe” (Gálatas 6:6-10).

El dinero del creyente y los pastores

El Evangelio y la predicación doctrinal deben ser sostenidos por la iglesia cuando ésta crece. El pastor debe trabajar, y cuando su trabajo es a tiempo completo en la iglesia podría recibir su salario justo. El obrero es digno de su salario, dijo Pablo (1ª Timoteo 5:18). Cuando la iglesia es generosa, Dios es generoso con ella. Además, el pastor debe “ser participado en toda cosa buena” que Dios provee al creyente (Gálatas 6:6), y debe ser “recordado” por cada creyente (Hebreos 13:17, 24), para que el pastor no se queje del abandono de la iglesia.

Es bíblico que los pastores no tengan gran necesidad, no por recibir gruesas sumas de dinero, sino por recibir de cada hermano la bendición de la generosidad cristiana. En esto es necesario que la iglesia aprenda que los pastores son ejemplos con su trabajo personal (Hechos 20:35). La Biblia enseña que la iglesia es responsable de proveer y sostener al que pastorea con una ofrenda y con ayudas variadas:

1.      Pablo, como evangelista, recibía manutención y ayuda económica de la iglesia de Macedonia (2ª Corintios 11:19).  Esta ayuda financiera hizo posible que Pablo no fuera carga a la nueva congregación corintia.

2.      Pablo asegura  que tiene “derecho” de recibir ayuda financiera de parte de una iglesia (1ª Tesalonicenses 2:6). En este pasaje, Pablo fue ejemplo trabajando con sus manos, y proveyéndose para sí mismo. Pero a la vez, admite que los hermanos seguían siendo responsables de proveer lo necesario para su ministerio pastoral. Sin embargo, es enfático que él está rechazando la ayuda voluntariamente, como muchos pastores que aman a Dios lo hacen en nuestros días.

3.      Según Hebreos capítulo 13:16 es necesario que la iglesia practique “la ayuda mutua”.

4.      El pastor debe recibir ayuda de los hermanos que pueden proveer, cuando él pase tribulación (Fili. 4:13-20).

En todos los pasajes la Escritura nunca habla de un doble salario remunerado. La idea actual de que un pastor debe recibir un salario, ha llevado a que pastores poco preparados académicamente ganen menos que un pastor con un grado de MA o Ph.D. Lo primero que debemos tener en cuenta es que el pastor debe ser tenido en alta estima (1ª Timoteo 5:17-20), y esto no habla de grados académicos. Todos los pastores pueden recibir ofrendas de su iglesia, pero él no las debe pedir. El pastor es digno de su salario. El pastor debe dar ejemplo con su trabajo, teniendo una profesión que le sostenga (Hechos 18:3), y puede recibir un salario honroso, adecuado y sin exageraciones.

La iglesia, personalmente pienso, debe ser generosa con sus pastores y proveer ofrendas y reconocimientos. La iglesia, en su generosidad, podría proveer de ropa, dinero o de otras necesidades básicas. Si el pastor se dedica a tiempo completo a la obra, es recomendable que la iglesia le brinda el sostenimiento básico y no le impida ejercer algún tipo de labor que le ayude financieramente. En 2ª Corintios 9:11-16 Pablo habla del derecho de que el pastor reciba ayuda financiera de parte de la iglesia. Una iglesia generosa debe proveer para los pastores. Pablo es claro que él no acepta ni pide ayuda de Corinto porque “otros participan de este derecho sobre vosotros”, es decir, los ancianos de la iglesia. La iglesia debe aprender a dar para sostener a sus pastores, pero no dar para enriquecerlos. Cada pastor debe recibir lo necesariamente adecuado para su sostenimiento y vida, si la iglesia puede proveerle, y cuando es necesario, darle el salario base.

Quiero terminar con las palabras del teólogo:

Las verdaderas riquezas son de Dios. Los cristianos corintos fueron enriquecidos con posesiones celestiales. Se puede ser rico en posesiones de este mundo y no ser rico para con Dios (Lc. 12:21). A tales personas se extiende la invitación de que compren del Señor oro que es refinado en fuego (Ap. 3:18). Por medio de la absoluta pobreza de Cristo en su muerte, todos pueden ser enriquecidos (2ª Corintios 8:9). Es posible ser rico en fe (Stg. 2:5) y rico en buenas obras (1ª Ti. 6:18); pero en Cristo Jesús el creyente recibe las «riquezas de su gracia» (Ef. 1:7) y las «riquezas de su gloria» (Ef. 3:16).

 

Bibliografía General:

1.      Grandes Temas Bíblicos, Lewis S. Chafer, Dalton, Georgia.

2.      ¿Debe la Iglesia Enseñar el Diezmo?, por  Russell Earl Kelly, Ph. D.

3.      Biblia Anotada de Scofiel, Editorial Portavoz.

 

Por el Pastor Carlos Machado C.

Iglesia Dispensacional Fundamentalista.



L.S. Chafer, Grandes Temas Bíblicos, pág. 292.

Ibid, página 294.


Visitantes en nuestro website de Webcindario.com 

Locations of visitors to this page 

Nuestros visitantes de nuestro website en www.iglesiaalabanzas.com

Locations of visitors to this page


 

fACEBOOK

Iglesia   Scofield  Chafer